«Lo que la vida te quita…

 El karma te lo devuelve»

 

 

 Hoy quiero aprovechar el día para pasear, ya que promete ser soleado, y la temperatura a estas horas tempranas aún es agradable. Lo prefiero antes de que el sol comience a calentar y queme con la rabia de un soplete. No tengo el cuerpo para calentones y menos de don Lorenzo. Que si fuesen de los otros… Pues igual me lo pensaba, pero no creo que hoy aparezca el  ser privilegiado, que tenga a bien pegarme un revolcón de esos que te dejan, que no te acuerdas ni de tu nombre. En fin, por si acaso, me he puesto mis mejores galas para pasear por el camino de ronda de este maravilloso pueblo costero de Tarragona, que es Roda de Bará. Estas consisten en un bikini azul turquesa y un pareo a juego complementado con una pamela de diámetro considerable, tanto que tendré que inclinar la cabeza para no rozarlo con la pared de piedra. Y claro… No podían faltar las gafas de sol XXXL, en las que, si se para una mosca, se muere antes de terminar de cruzar todo el cristal.

Salgo ya dispuesta y preparada para mi caminata, cuando me aborda el vecino de arriba del edificio en el que veraneo. Un señor muy mayor, que parecía estar incluido en el conjunto del bloque cuando se construyó. Al igual que están las ventanas, las puertas… y detrás de una de ellas, ¡Ala! El vecino, incluido en el lote. Es de esas personas que nunca se mete en nada, pero lo sabe todo, de todos. Como la vieja del visillo, pero en vez de la cortina está detrás de una puerta. 

— Hola, vecina, ¿vas a dar tu paseo matutino? – Pregunta como si no fuese evidente.

Sí, antes de que no se pueda salir por el calor. —Contesto educadamente sin parar de andar, intentado que entienda que no quiero pararme, no vaya a ser que le dé por contarme sus batallitas y entonces, cuando pueda hacerlo, hayan quitado hasta las calles.

— Bueno, pues nada, que lo disfrutes. —Parece que me voy a librar, pero…

   Ah… Por cierto. —Su voz resuena tras de mí, y la sensación es la de escuchar un eco que me dice, «era demasiado bonito». Suspiro y me giro despacio.

—Dígame, señor Fosforoso —Que el nombre tiene miga, ¡¿Qué padres le ponen a su hijo nombre de cerilla?! —¿Otra vez se le ha escapado el gato a la señora Matilde?

— No, ese gato ya lo conoce todo el barrio y el que lo encuentra lo devuelve. — Contesta moviendo la mano como si eso fuese una menudencia, cuando hasta hace un par de días, era un drama. En fin, a ver con qué sale ahora.

— Ayer me preguntó el cartero por ti, dijo que tenía que entregar una carta certificada muy urgente, pero como no estabas, me atreví a acogerla por ti. No sea que, por no estar, dejes de heredar una fortuna. —Dijo con algo de cachondeo. ¡Como si eso fuera posible!

 — Para eso tendría que tener algún familiar rico y que hubiera muerto. Cosa que dudo. Pero gracias por cogerla, me ha ahorrado un paseo a la oficina de correos.

Entró en su piso un momento y volvió con un sobre en la mano extendida hacia mí.

— Muchas gracias, señor Fosforoso, —madre mía, el esfuerzo que tenía que hacer cada vez que decía su nombre para no pedirle fuego. Menos mal que no fumaba que, si no, ya se me hubiera escapado. Cogí la carta y me fui tras despedirme educadamente de él.

Salí por fin a la calle y comencé a andar con dirección al Camino de Ronda. A esas horas, aún no había mucha gente y era un momento muy especial para mí. Las sensaciones me envolvían. El olor del mar, la brisa que acariciaba mi piel aportando ese frescor que me animaba a seguir caminando. La luz brillante de los primeros rayos de sol que dotaba al agua de un haz de magia, con destellos que parecían salir de la varita mágica de un hada madrina. Y el mejor regalo de ese momento del día, la soledad, un espacio de tiempo que parecía creado para mí sola y que me regalaba largas conversaciones con mi yo interior.

Tan entregada estaba, que no recordé la carta que llevaba en la mochila que acostumbraba a llevar con las llaves, la cartera y una botella de agua. Hasta que el recuerdo de una persona a la que conocí hacía ya bastantes años, exactamente cuando yo era una niña alocada, descarada y que solo pensaba en pasarlo bien a costa de cualquier cosa, me sacudió recordando sus palabras que siempre me ayudaron a crecer como persona sin perder mi esencia. 

Esa mujer se llamaba Candela, —¡anda! Haría buena pareja con el señor Fosforoso. En sus discusiones seguro que «ardería Troya». — Una carcajada se me escapó al reflexionar en ello. Pero pronto mis recuerdos volvieron a ocupar mi mente. Ella fue la única persona que supo ver en mí, mi valor añadido, como lo solía llamar.

Era el valor que todo ser humano traemos de serie, pero que la mayoría de las personas ni siquiera llegan a descubrir. Y ese valor es tan simple como la inmensa capacidad de amar que todos albergamos y que está deseando que descubramos. Aunque tan solo se consigue buscando en tu interior y para ello hay que aprender a ver más allá de nuestro ego y mirar con los ojos del alma.

En fin, esa persona me aportó lo más valioso que tengo hoy en día y que es tan simple como el amor que me proceso y el que intento repartir a cada ser que se cruza en mi camino. Sin condiciones y sin esperar nada a cambio.

Lo que no sabía aún, era que el Karma existe y si algo está para ti, él te lo devolverá, aunque creas que no. Pero eso estaba a punto de aprenderlo.

Abrí el sobre, rasgando el borde con una llave. El membrete era de un bufete de abogados, por lo que a priori, me eché a temblar pensando que podía ser una multa de tráfico, pero para mi sorpresa no fue así.

 Señorita Noelia Collado Alcaraz, (esa soy yo), nos ponemos en contacto con usted para comunicarle la triste noticia del fallecimiento de la señora, Candela Torrella Miramar. Ella dejó por escrito sus últimas voluntades en las que usted es la única beneficiaria de su inmensa fortuna. Por lo que solicitamos se persone en nuestras oficinas a la mayor brevedad posible, y proceder a la lectura del testamento y posterior traspaso de bienes a su nombre.

¿Os he dicho, ya que quedarme petrificada es poco? Pues sí, ahora sí que podía decir que…

                               «Lo que la vida te quita… El karma te lo devuelve»



                                             FIN



 

 

Trini Camacho

20/06/2023


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